Iglesia Bautista Central

DEVOCIONALES

El día que la gracia entró a la ciudad

24 DE MARZO DE 2024

¡Hosanna al Hijo de David! —¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! —¡Hosanna en las alturas! Mateo 21:9b (NVI)

Nota de la editora: Este devocional es parte de una serie especial para la Semana Santa. Desde el 24 de marzo (Domingo de Ramos) hasta el 31 de marzo (Domingo de Pascua), cada devocional se centrará en los acontecimientos que preceden la resurrección de Jesús. Nuestra oración es que estas palabras preparen tu corazón y mente para la celebración de nuestro Salvador resucitado.

Supongamos que supieras que las personas que te apoyaban un día se burlarían de ti cinco días después. Que las personas que un día te colmaron de elogios, al siguiente te insulten.

¿Cómo responderías a los elogios, aplausos y admiración de la gente un domingo si supieras que esas mismas personas te darían la espalda el viernes siguiente?

Eso es exactamente lo que Jesús, omnisciente, enfrentó cuando entró en Jerusalén a lomos de un burrito el Domingo de Ramos. Era el primer día de lo que hemos llegado a llamar Semana Santa, un recuerdo de los últimos días de Jesús antes de Su crucifixión.

Zacarías profetizó sobre este evento: “¡Alégrate mucho, hija de Sión! ¡Grita de alegría, hija de Jerusalén! Mira, tu rey viene hacia ti, justo, victorioso y humilde. Viene montado en un burro, en un burrito, cría de asna” (Zacarías 9:9, NVI).

 

La multitud le dio a Jesús una bienvenida real, agitando ramas de palma y extendiendo sus mantos en el camino. Gritaron alegremente:

 

…—¡Hosanna al Hijo de David! —¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! —¡Hosanna en las alturas! (Mateo 21:9b).

 

Hosanna viene de dos palabras griegas: yasha, que significa “salvar o liberar”, y anna, que significa “por favor, te imploro”. La gente esperaba que Jesús los salvara de la tiranía romana, pero Él vino a salvarlos de mucho más: de la maldición del pecado y la muerte. Su falta de visión les impedía ver la bondad eterna del plan mayor de Dios.

 

Por un momento, imagínate caminando junto al burrito y escuchando las palabras que Jesús escuchó: ¡“Hosanna… Bendito… en las alturas!”

 

Ahora, avancemos cinco días y escuchemos a la gente gritando en el momento de Su juicio y ejecución:

 

“— ¡Crucifícalo!” (Mateo 27:22-23, NVI).

 

“—Salvó a otros… ¡pero no puede salvarse a sí mismo!” (Mateo 27:42a, NVI).

 

A pesar de que Jesús sabía que la narrativa cambiaría del viaje a la ciudad al camino a la cruz, Él continuó avanzando. ¿Por qué? Debido a la gracia… un favor inmerecido, un regalo que nunca podríamos ganar. Porque Dios trata a los pecadores mejor de lo que merecemos. Sabiendo lo que sucedería cinco días después de Su entrada en Jerusalén… siguió cabalgando.

 

Esa es la misma gracia que Él nos ofrece a ti y a mí, hoy. Lo alabamos un día y lo rechazamos al día siguiente. Un día gritamos: «¡Aleluya, alabado sea el Señor!» al otro clamamos: «Él no estuvo presente ni me apoyó». A pesar de todas las veces que vacilamos entre confiar en Jesús y dudar de Él, Él sigue amándonos, aún conociendo nuestra rebeldía y debilidades.

 

Él sabía que nos regocijaríamos y nos rebelaríamos, pero aún así entró la gracia a la ciudad, como entró a mi corazón y el tuyo. Gracias a Dios por Su gracia interminable, desbordante e inagotable.

 

Jesús, estoy asombrada de que hayas entregado Tu vida por mí, a pesar de que sabes todo lo que he hecho y lo que haré. Gracias por Tu gracia sublime. Que nunca olvide la maravilla de Tu sacrificio. En el Nombre de Jesús, Amén.